Durante horas uno de nosotros empujó mientras el otro guiaba, pisando aquí y allá como un gato sobre cáscaras de huevo, adelantándose a cada paso con un golpe de la pértiga.En el tiempo blanco no es posible ver una hondonada hasta que uno mira dentro;un poco tarde, pues los bordes se adelantaban como salientes, y no siempre eran sólidos.Toda pisada podía ser una sorpresa, una caída o una sacudida. No había sombras. Una esfera lisa, blanca, silenciosa;
nos movíamos en el interior de una vasta bola de vidrio escarchado. No había nada dentro de la bola, y nada fuera. Pero había grietas en el cristal. Un golpe de pértiga y un paso; Otro golpe y otro paso. Un movimiento de la pértiga - sonda en busca de grietas invisibles, por las que uno podía caer fuera de la bola de cristal blanco, y caer, y caer, y caer. Una tensión que nunca aflojaba fue invadiendo poco a poco todos mis músculos. Sentí que no podía dar un paso más.
- ¿Qué ocurre, Genry?
Yo me había detenido en medio de la nada. Las lágrimas se me helaban en las pestañas. Dije: - Tengo miedo de caer.
- Pero te sostiene la cuerda - dijo Estraven. Luego, acercándose y viendo que no había allí ninguna hondonada visible, entendió, y dijo: - Acampemos aquí.
- Todavía no es hora, tenemos que seguir.
Estraven ya estaba desempacando la tienda.
Más tarde, después de comer, Estraven dijo: - Era tiempo de parar. No creo que podamos seguir por aquí. Parece como si el hielo estuviese fundiéndose, poco a poco, y estará estropeado y agrietado en todo el camino. Si viésemos algo podríamos seguir quizá, pero no en la no-sombra.
- ¿Pero cómo bajaremos entonces hasta las ciénagas de Shenshey?
- Bueno, si vamos otra vez hacia el este en vez de probar el sur, quizá encontremos hielo sólido hasta la bahía de Guden. Una vez vi el hielo desde un bote en la bahía, en verano. Llega hasta las Tierras Rojas, y desciende al agua en ríos de hielo. Si conseguimos bajar por uno de esos glaciares
podríamos ir hacia el sur por el mar de hielo hasta Karhide, y entrar así por la costa y no por la frontera, lo que quizá sea preferible. Eso añadirá, no obstante, unos kilómetros más al viaje... entre treinta y ochenta kilómetros, creo. ¿Qué opinas, Genry?
- Opino que no puedo dar media docena de pasos mientras dure este tiempo blanco.
- Pero si salimos del área de hondonadas...
- Oh, si salimos de las hondonadas será magnifico. Y si el sol sale otra vez, puedes subirte al trineo y te llevaré gratis de paseo hasta Karhide. - Un ejemplo típico de nuestros intentos de humor, en esta etapa del viaje; esos intentos eran siempre muy estúpidos, pero a veces arrancaban al otro una sonrisa. - No me pasa nada malo - continué, - excepto miedo crónico agudo.
- El miedo es útil, como la oscuridad, como las sombras. - La sonrisa de Estraven era una fea hendidura en una máscara de color castaño, agrietada y despellejada, de barba de vellones negros, y adornada con dos piedras negras. - Es raro que la luz del día no sea suficiente. Necesitamos las sombras, para poder caminar.
- Pásame un momento mi libro de notas.
Estraven acababa de anotar la fecha y había contado mentalmente kilómetros y raciones. Me acercó la pequeña tableta y el lápiz de carbón empujándola alrededor de la estufa chabe. En la hoja en blanco pegada a la cubierta negra interior tracé la doble curva dentro del círculo, y ennegrecíla mitad yin del símbolo, y empujé de vuelta la tableta hacia mi compañero. - ¿Conoces ese signo?
Estraven lo miró largo rato con una expresión extraña, pero dijo: - No.
- Se lo encuentra en la Tierra, y en Hain-Davenant, y en Chiffevar. Yin y yang. La luz es la mano izquierda de la oscuridad... ¿cómo seguía? Luz, oscuridad. Miedo, coraje. Frío, calor. Hembra, macho. Es lo que tú eres, Derem, dos y uno. Una sombra en la nieve.
40º Aniversario de La Mano Izquierda de la Oscuridad, de Ursula Le Guin
Hoy se cumplen cuarenta años de la publicación de La Mano Izquierda de la Oscuridad, una de las novelas más influyentes en el campo de la ciencia ficción estadounidense, y ochenta del nacimiento de su autora, Ursula K. Le Guin. A modo de homenaje, dejemos hablar a sus propias palabras.
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